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Se podría pensar en hecatombe, dolor,
lágrimas, la misma tristeza.
En algo que perdió su inocencia,
que se enfrenta a la adversidad.
Es como enfrentarse a aguas bravías,
donde mis velas se hallaron perdidas.
Aunque Espronceda decía que era su dios,
el mar que movía su velero,
yo digo que es mi carcelero,
pues se perdió mi velero,
en las aguas amargas del dolor.
Velero sin rumbo, navegante olvidado,
en el infierno del dolor cautivado,
entre sus redes crueles despedazado.
No puede ser el mar mi destino,
pues es donde me he perdido.
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