La educación existe desde que el mismo ser humano está vivo. Cada cosa que lo rodea es un arte que debe aprenderse y estudiarse. Hasta la cosa más sencilla, como atarse las agujetas de los zapatos es un arte ya que lo aprendemos cuando somos niños. Comer, vestirse, hablar, ver (por ejemplo definir colores formas), asearnos, en fin todo lo que comprende las necesidades básicas del ser humano deben ser enseñadas y a su vez aprendidas. Por lo tanto, el ser humano está rodeado de la educación y del conocimiento en cada paso de su vida.
Los padres fungen como educadores en las primeras etapas de vida del niño. Le enseñan a comer, vestirse, asearse, en fin a satisfacer sus necesidades fisiológicas y esenciales. Mas tarde son los maestros aquellos protagonistas del proceso de enseñanza. Desde la primera vez que el niño llega a la escuela hasta que termina sus estudios, es el maestro aquel protagonista y forjador de la enseñanza, conocimiento en el ser humano.
El maestro es un guía, un facilitador, un segundo padre en el segundo hogar del niño que es la escuela. Pero más que eso el maestro escucha, interviene e interactúa con las emociones, problemas y dilemas de sus alumnos. Eso lo convierte en un amigo, un oyente fiel. A veces los hijos no se atreven a expresarle sus dificultades a sus padres, pero a un maestro puede decir todo aquello que lo aqueja y le molesta por que siente confianza y estímulo en esa persona que ve todos los días. Eso se da siempre y cuando el maestro se gane la confianza de su grupo y su respeto.
El maestro complementa los sueños y las metas de sus alumnos ya que le da ese toque para que los puedan alcanzar. Un maestro entiende que más que una materia tiene que preparar a sus estudiantes para el Mundo y la sociedad que le espera llena de problemas, dilemas y dificultades, por lo tanto debe ser un ser humano completo y dotado del saber pero más que eso de fuerza y voluntad para vencer. Es por eso que el maestro llena esos espacios que le faltan al individuo con valores, enseñanzas doradas de vida y de humanismo, por que sin humanismo la educación se torna vacía. Es así, pues podremos saber todos los principios educativos, leer todos libros existentes, conocer de filosofía, ciencia, literatura y miles de áreas del conocimiento, pero sin humanismo, sin sentir estamos destinados a un mundo frío y sombrío. El maestro también es el sazón del espíritu que busca que cada estudiante sepa sentir y vivir, y una vez conoce, entiende y siente sepa enfrentarse a la sociedad con la actitud adecuada y verdadera de un vencedor.
Por todas estas cosas es que yo quiero ser una maestra. Quiero ser ejemplo y modelo en la vida de alguien y no para vanagloriarme, más si para ser de influencia positiva en su vida y poder dejar huellas eternas. Quiero ser aquella persona que sepa llenar rincones donde había duda, confusión, incertidumbre, error. Llegar a las mentes humanas con un mensaje positivo que estimule a luchar y vencer. Ser un artífice de sueños y metas sólidas con un destino eficaz. Si ser un maestro es ayudar, educar, instruir, escuchar, dar de mí para otros, realmente eso es lo que quiero ser. Entiendo que el maestro no lo sabe todo, y que se hace en la práctica, por lo tanto mis estudiantes serán mi doctorado y la escuela eterna que nunca dejará de influir en mí. He dicho, habéis oído, estáis enterados, eso es lo que quiero ser.
miércoles, 11 de julio de 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario